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Hoy en día, las instituciones educativas ya no sólo deben preocuparse por cumplir con el calendario escolar o educar a los niños, sino que una de sus mayores preocupaciones debe ser velar por la seguridad de los alumnos y detectar si se dan situaciones de acoso escolar.
Este hostigamiento en la escuela también llamado bullying, hace referencia a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, que ocurren sin motivación evidente, adoptadas por uno o más estudiantes contra otro u otros (definición de guiainfantil.com). Por lo tanto, este atosigamiento puede ser físico, psicológico, verbal o social. En la mayor parte de los casos las víctimas no le cuentan a un adulto lo que están sufriendo hasta que la situación llega a niveles ya insostenibles. Además, con el auge de las redes sociales y la temprana iniciación de los jóvenes en ellas, el bullying ya no se limita al horario escolar, sino que es constante, traspasa los muros del colegio y persigue a la víctima a todas horas y en cualquier lugar.
Otro factor agravante es que aunque se le cambie al menor de centro educativo no sólo le suelen quedar secuelas psicológicas, si no que los insultos y atosigamientos de sus antiguos compañeros que se hayan realizado a través de las redes sociales siempre serán accesibles porque no se pueden borrar. Según los datos de la Policía Nacional, el 54% de las víctimas padece algún tipo de síntoma de estrés postraumático, un 53% tiene una imagen negativa de sí misma, y el 55% sufre depresión. Otro dato muy preocupante es el hecho de que existen estudios que apuntan a que el bullying está detrás de la mitad de los motivos de suicidio de los menores y se prevé que para el 2025 el número de suicidios por acoso escolar en el mundo alcance niveles epidémicos.
¿Cómo detectar indicios de acoso escolar?
Según Paulino Castells, autor del libro «Víctimas y matones» hay ocho indicios que manifiestan que un menor está siendo víctima de acoso escolar:
Aunque es importante saber si un menor está siendo acosado por otros compañeros, lo fundamental es trabajar para erradicar este problema. Esto se consigue informando a las familias, alumnos, educadores y poner medios en los centros para prevenirlo.Por supuesto que los gobiernos y los medios de comunicación también juegan un rol importante en esta labor de concienciación y prevención, pero sin lugar a duda, en quienes recae la mayor parte de la tarea es en las familias que deben detectar, prevenir y comunicarse con sus hijos. Los docentes también adquieren un rol muy importante porque tienen un contacto directo con los alumnos y pueden y deben vigilarles para que no se den estas situaciones. De hecho en muchas ocasiones recae en ellos toda la tarea de detectar este fenómeno y poner, junto a los padres, medidas para remediar la situación.
Pero, ¿qué pasa si el educador no lo detecta o su forma de gestionar la situación, no es la más adecuada y el padre o el alumno le demanda? Los profesionales de la educación, sea la fase que sea: infantil, secundaria, adulta o especializada, etc., afrontan una serie de riesgos que por la naturaleza de su profesión, son más delicados que con otras actividades. Incluso reciben demandas alegando que no han sido capaz de supervisar posibles situaciones de acoso escolar.
Cuando un profesor o una institución educativa recibe una demanda de este tipo no sólo se siente indefenso, sino que además, la imagen y reputación del centro y del profesional se pueden ver afectadas. Sin mencionar, los costes de defensa que tienen que asumir. El daño generado por este tipo de situaciones se puede ver mitigado si cuentan con un seguro de responsabilidad civil profesional que les protege en el desarrollo de su actividad educativa.